viernes, 8 de octubre de 2010

Apablaza y los dos demonios.


I.
Existe en Inglaterra una especie de “historiador”: David Irving, quien adquirió notoriedad por interpretar de una forma positiva al nazismo al nivel de que se convirtió en un referente de la negación del holocausto, y si bien goza de la apreciación de grupos de skinheads y otros residuos políticos neonazis, es en general un personaje marginal, repudiado por la opinión pública y académica y, de hecho, hasta ha sido enjuiciado en Austria, adonde negar el holocausto es un delito.
Aquí en Argentina, sin ir más lejos, tenemos una versión autóctona en el tergiversador serial conocido como “Tata” Yofre. Sí, ese que cuando no está vendiendo secretos de estado compilados durante su paso por la SIDE durante el menemismo, vende libros en supermercados que justifican de las maneras más burdas el genocidio de la dictadura militar. El más común de sus argumentos falaces es, casualmente, el más antiguo y arraigado en la sociedad Argentina y latinoamericana en general: la teoría de los dos demonios.
Seguramente, Yofre utiliza seguido este argumento porque es simplificador y de gran penetración en un sector medio(cre) de la sociedad. Es como si nos resultara más fácil entender lo que pasó como “la reacción desmedida pero justa” de las fuerzas armadas que como lo que fue:  una conspiración cívico militar para imponer un modelo económico y borrar toda la oposición posible a dicho proyecto.
No es para sorprenderse entonces, que varios sectores bien-pensantes de nuestra sociedad, en un arranque de falso latinoamericanismo, hayan estado de acuerdo con extraditar al “asesino” Galvarino Apablaza Guerra. Escuché varias veces eso de que “el crimen no tiene ideología” o “para todos la misma vara” y demás barbaridades... como si Apablaza fuera comparable con Pinochet, Contreras o Massera
En este contexto, El “Tata” no se privó de publicar su propia versión de los hechos en portales online, agregándole el condimento de la infiltración castrista, que tanto se utilizó en los 70s en la Argentina y que sigue escuchándose en las derechas chilenas y venezolanas. Este argumento trata de justificar la burda intervención americana y pone en los “rojos” la acusación de apátridas manejados desde afuera. (Díganme si eso no suena horriblemente gracioso cuando es pronunciado por gentuza como Videla.)
Lo importante, entonces, es desmitificar este asunto de Apablaza antes de que los medios puedan volver a instalar aún más este concepto perverso y falaz.

II.
Galvarino Apablaza Guerra llegó a ser líder del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, un desprendimiento del Partido Comunista de Chile surgido a partir de una autocrítica a la actuación no belicista del Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Algunos de estos militantes fueron entrenados en Cuba, país que les otorgó asilo, ya que de otra forma, hubieran terminado en alguna fosa común de esas que se volvieron tan comunes en el Chile post septiembre de 1973.
De esta manera, el FPMR consideraba que se trató de un error no mobilizar a las clases obreras en la defensa del gobierno constitucional. Esta visión, que se puede compartir o no, los llevó a iniciar una resistencia armada contra la dictadura de Pinochet.  No puedo sino que pensar que dicha resistencia armada fue un acto de valentía y justicia, completamente legitimada por la tiranía ilegal que se vivía en el país trasandino. Una de las acciones que se llevó a cabo fue el intento de asesinato de Pinochet, que ellos llamaron “Tiranicidio” u operación siglo XX, el 7 de Septiembre de 1986.

III.
El 11 de Marzo de 1990, Pinochet le entrega el mando al Democristiano (¡ex-falagista!) Patricio Aylwin, el mismo que desde el congreso había operado activamente para desestabilizar al gobierno de Salvador Allende. Es a partir de esta fecha, que se considera que oficialmente vuelve la democracia a Chile, aunque sólo de forma nominal: Pinochet seguía siendo Comandante en Jefe del Ejército, las comunas estaban gobernadas por personeros designados por el gobierno militar y existían senadores designados por el “Consejo de Seguridad Nacional”, compuesto escencialmente por personal en retiro de las Fuerzas Armadas.
No sé que tanto molestaría a Aylwin esta situación, pero lo que sí sé es que cada vez que se desvió un poquito de lo que esperaban las Fuerzas Armadas de su gobierno, le marcaron la cancha; como en 1993, cuando quisieron investigar un escándalo de corrupción que involucraba a la familia Pinochet  y un comando del ejército con caras pintadas y boinas negras rodeó la casa de la moneda, logrando que la causa se archive por “razones de estado”. Una sutileza.
En este contexto se produjeron los dos crímenes por los cuales Chile reclama la extradición de Galvarino Apablaza Guerra:  El primero y más importante fue el asesinato de Jaime Guzmán, senador del régimen post-pinochetista, colaborador civil e ideólogo de la dictadura. Resulta cómico que este profesor de Derecho constitucional haya sido uno de los redactores de ese mamotreto espantoso que llamaron “Constitución de 1980” y que sigue vigente luego de algunos maquillajes. Este señor, además, fue miembro del grupo terrorista de ultraderecha “Patria y Libertad”, responsable de varios asesinatos y sabotajes al Gobierno de la Unidad Popular. Entre sus víctimas se encuentran algunos militares constitucionalistas como el Jefe del Ejército de Chile, René Schneider, y el edecán naval del presidente Allende, Arturo Araya. El tristemente célebre agente de la CIA/DINA Michael Townley también era miembro de este grupo. Tal vez lo conozcan por películas como “El asesinato de Orlando Letelier en Washington DC” o “El asesinato de Carlos Prats en Buenos Aires”.
En la Argentina de hoy, en la que discutimos la responsabilidad civil en los crímenes de la dictadura, un personaje como el de Jaime Guzmán tendría que dar muchas explicaciones.
Por otra parte, el segundo crimen es el secuestro del hijo del dueño del Mercurio, matutino reaccionario, miembro del Grupo de Diarios América, socio de nuestro viejo conocido la “tribuna de doctrina genocida de los Mitre”. Fue el Mercurio, justamente, el diario al que la CIA coimeó, como si hubiera hecho falta, para desgastar al gobierno socialista.
Esta información es omitida por los medios con el fin de presentar con bombos y platillos el asunto como “El crimen de un senador de la república en democracia.” Una afirmación por lo menos discutible.

IV.
Desde el punto de vista legal, la decisión de otorgar el asilo político proviene no tanto de la discusión histórica sino más bien del hecho de que Chile no ofreció ni pruebas que lo vincularan con estos hechos, ni garantías para un juicio justo.
No ofrece pruebas,  ya que "la única prueba es una revista clandestina, donde un señor que se llama Salvador dice que se hace cargo de los hechos", como puntualizó el Jefe de Gabinete, Anibal Fernández. Nadie, ni desde la oposición ni desde el gobierno de Chile, salió a desmentir esta declaración.
No ofrece garantías de un jucio justo, ya que a las altisonantes proclamas del senador Chadwick (una mezcla de “Mi Villano Favorito” y Danny Devito) se le suman varias declaraciones preocupantes por parte de miembros del gabinete y del congreso Chileno, que pueden ser interpretadas no sólo como una presión a la justicia, sino también como una serie de bravuconerías y agresiones hacia el Gobierno Argentino.
Pero este no es ni siquiera el punto más álgido, ya que de ser extraditado Apablaza, sería sometido a la ley antiterrorista, una reliquia arqueológica de la dictadura que le garantiza un juicio “justo” en un tribunal militar, como el de los Mapuches que siguen en huelga de hambre.
Para ponerle pimienta al asunto, ni siquiera sería procedente el pedido de extradición porque la Corte Suprema de Chile, el 14 de Septiembre de 2009, revocó la orden de detención de Juan Gutiérrez Fischmann, otro miembro de la cúpula del FPMR y acusado también como autor intelectual de los mismos crímenes que se le acuzan a Apablaza, aludiendo que estaban prescriptos ante la justicia.
¿Cómo podemos presumir entonces que existe la igualdad ante la ley si los mismos crímenes prescribieron para uno de los acusados pero no para otro?
A esa jauría de lobos íbamos a tirar a Apablaza en caso de otorgarle la extradición a Chile.

Victoria.
La iglesia Chilena (cadete de la derecha pinochetista) luego de la asunción de Sebastián Piñera , se sintió con la libertad de pedir indulto para los acusados de delitos de lesa humanidad: un exceso de optimismo de la conferencia episcopal.
Piñera parecería no tener por el momento la intención de tomar medidas que lo alejen demasiado de la burbuja de “prescindencia” que trató de construirse.  Pertenece a esa parte de la derecha que esconde a Pinochet porque se quiere presentar como moderna y democrática. Lástima que la simpatía del motoquero que bailó con Tinelli se vea opacada por la figura de su otro hermano, José: el creador de las AFJP, discípulo de Milton Friedman y entusiasta ministro de Pinochet; un tipo mucho menos mostrable.
Apablaza era entonces el intento de esos sectores de tener un rehén para intercambiar, para legar a un acuerdo de amnistía general y “aquí no ha pasado nada”. Así siguen vendiendo los dos demonios de un lado y del otro de la cordillera.
Por suerte todavía hay gente que no come vidrio. Aunque el “Tata” Yofre siga vendiendo libros y las viejas de Las Condes sigan rezándole a su generalísimo que debe estar en el infierno con Lucifer, el mismísimo y único demonio, punzándole con el tridente el trasero por la toda la eternidad. Amén.